Los profesionales de la enfermería, tanto enfermeros y enfermeras como cualquier especialista con el título de auxiliar de enfermería tienen la obligación de poner en conocimiento de los médicos cualquier circunstancia relacionada con el enfermo. Pero también están obligados a aprovechar todos los recursos disponibles para garantizar la atención que les toca en su papel de defensores de los enfermos.
Si el médico especialista es el responsable de las prescripciones médicas, los enfermeros están en primera fila, en la cabecera del paciente, para garantizar que los tratamientos se cumplen y que la recuperación de la salud sea una realidad.
Y, cuando se dice todos los medios éso significa todos. Más allá de las leyes y de la legalidad actuales, de corporativismo o de mediaciones sindicales que avivan o lastran el conflicto profesional entre médicos y enfermeros, la simple motivación de estos últimos por hacer bien su trabajo ya es, en el día a día de la práctica asistencial, causa habitual de conflictos.
Si a un enfermero o a una enfermera se le preguntara sobre cuántas veces ha sentido deseos de tomar la iniciativa en el tratamiento de una patología que conoce bien cuando el facultativo no ha estado disponible, podríamos comprobar qué fácil es que se creen las condiciones para un conflicto interprofesional. O personal.
Y es que ambos profesionales, cada uno en su área de responsabilidades, se esfuerza por atender las necesidades de enfermos y pacientes, a veces con el mismo celo. Pero esa proyección positiva suele ser causa de conflictos. Y, en muchos casos, las visiones de ambos grupos profesionales no puede ser más distinta sobre los mismos temas.
Adelantarse a ellos, no es fácil, pero siempre, siempre resulta necesario cuidar el clima de participación y de competencias profesionales. El paciente puede resultar el más perjudicado cuando no hay sintonía entre médicos y enfermeros.
Y a éso nos vamos a referir, a aportar algunas claves, algunos consejos que ayuden a desactivar o a reconducir cualquier conflicto entre médicos y enfermeros. Conflictos organizativos, personales, profesionales… Porque se vea como se vea, ambos profesionales están en el mismo equipo.
Veamos como reducir el impacto de esos conflictos en la atención médica:
– Dirígete al especialista que atiende el caso médico. Si hay un conflicto sobre una actuación o una directiva, evita cualquier comentario subjetivo que pueda llegar a oídos del paciente o que se pueda malinterpretar, éso lo primero.
Luego, ponte en contacto con el médico que está mejor capacitado para solucionar el problema. En muchas ocasiones, los facultativos forman grupo alrededor de un paciente, pero, en función de la patología, uno de ellos es el que suele tener más peso a la hora de llevar y de responsabilizarse del caso médico. A partir de ahí, haz valer tu opinión. Con tacto, por supuesto.
– Consulta con un compañero enfermero. Algunas enfermeras o enfermeros pueden tener una relación más estrecha que otros con un determinado médico. Consultar con esos compañeros te puede dar una ventaja, la de saber qué experiencia puede acumular el facultativo para tratar de una manera determinada a un paciente. Lo mismo, sé sutil y traslada al médico tu punto de vista a través de ese cauce. Acertarás, seguro.
– Trabajar con asertividad. Asertividad significa expresar con claridad qué es lo que se piensa o se desea argumentando. Sin caer en los extremos de presionar o de paralizarnos y de dejar pasar la oportunidad de expresar las inquietudes propias. Por supuesto, sin dejar de ponerse en la piel del interlocutor. Todo, para llegar a acuerdos, a consensos y establecer criterios operativos o de trabajo válidos.
Aceptarse es opcional, centrarse en las necesidades del paciente, una obligación.